#Relatos: Desparpajo, por Carola Rojas Aguilera

Corrían los años noventas y la vuelta a la supuesta democracia, nos tenía engrupidos a varios cabros y cabras  de la época. Una amiga me insistió en meterme a un partido de izquierda “Ya poh gueona, no le dís colors. Lo vamos  a pasar chancho. Hay compañeros bien ricos”. Ante tamaños argumentos,  nos hicimos militantes como Marx manda.

Tenía 15 años y miraba con asombro la seriedad de los y las participantes a las extenuantes reuniones,  no volaba ni una mosca y por lo mismo, jamás iba a dar una opinión, ni menos tirar una talla. Era realmente intimidante.

Un día llegó a nuestra célula de base la invitación para asistir a una fiesta, no recuerdo el motivo, lo importante era que había gueveo después de tanta seriedad y Manifiestos leídos.

A mi padre le tuve que mentir porque si le decía que iba con Amaranta, era seguro que me lo prohibiría. El viejo era machista y jamás vio con buenos ojos mi amistad con ella, decía que era loca, que en la pobla se hablaba de ella y un sinfín de gueás.  A mí me daba lo mismo y le inventé un buen cuento y con mi partner, cagás de la risa, partimos pasadas a pachulí a la fiesta.

Cuando llegamos al local, me llamó la atención la alegría que había en el ambiente, harto copete, salsa y compañeros bailando al son caribeño. El lugar era una vieja casona con un salón principal, muchas piezas, una cocina gigante y un baño con una gran ventana que daba a un patio repleto de  árboles frutales y cachureos. Lo único fome era la música, pero como me junté con varios y varias amigas, no me  importó escuchar a Rubén Blades. A eso de la media noche Amaranta me dice que iba a fumarse un cigarrito al patio. Yo me quedé  tomando vinito navegado y conversando.

Después de un buen rato, un tipo se me acercó  y me preguntó si quería bailar, le dije que no sabía porque esa música no era de mi agrado. Cuando uno es pendeja, es más gueona que la chucha, siempre te sientes obligada a dar explicaciones por todo. Podría haberle dicho que NO, y chao!  El tema es que el comprensivo  compañero, haciéndose el galán,  me dijo que no importaba mi inexperiencia en el baile porque él me enseñaría los pasos básicos .

HE MOJADO MIS SÁBANAS BLANCAS RECORDÁNDOTE, EN MI CAMA NADIE ES COMO TÚ y ahí estaba, 1,2,3,4, 5, y 6 coordinando los pies, la mirada y  las vueltas. Creo que al tercer baile, ya podía moverme con cierta soltura sin llevar el conteo en voz alta. Y en eso me di cuenta que hacía rato  no veía a mi amiga.

Salí al patio y me llamó la atención que la ventana del baño estuviera abierta y que la gran mayoría de los hombres de la fiesta, viejos y jóvenes miraran hacia adentro como si vieran una película. No pesqué y seguí buscando a mi compañera. Subí al segundo piso y nada.

De vuelta al patio me percato que  varios seguían mirando hacia el interior del baño. Amontonados hablaban, se reían tambaleándose con el copete en la mano. Algo provocaba que sus miradas sacaran chispa. Algunos resoplaban y los más viejos balbuceaban incoherencias con los ojos vidriosos.

Me dio mala espina y me  abrí paso entre codazos y disculpas, me empiné lo que más pude y vi a mi amiga teniendo sexo con un tipo. Ella no tenía idea de la cagá que estaba quedando afuera, de  la euforia caliente y pervertida de la turba de gueones hipócritas que aprovechando el descuido de sus parejas, miraban a la chica soltera y loca, culeando  en el baño.

Me di la vuelta, golpeé con fuerza la puerta, la llamé por su nombre y partimos del lugar. En el camino le dije que lo más seguro es que sería el  cahuín del año. Me dijo que le importaba una reverenda guea!! Me cagué de la risa y seguimos rumbo a la casa cantando HE MOJADO MIS SÁBANAS BLANCAS,RECORDÁNDOTEEE.

Durante la semana, nos llegó la información que Amaranta pasaría a control de cuadros, una especie de tribunal de disciplina, porque  debido al escándalo del fin de semana, se iba a resolver su continuidad en el partido.  Que este asunto tenía carácter urgente porque no iban a tolerar este tipo de conductas. Que el castigo tenía ser ejemplarizador porque había que cuidar a las generaciones futuras de estas nefastas militancias. Incluso  amenazaron con contarle a sus  padres lo que había hecho durante la celebración.

Finalmente fue notificada su expulsión por los mismos  que vieron la película porno en vivo y que se tocaban la pichula por el bolsillo disimulando el voyerismo y la calentura.

No sé si Amaranta alguna vez se habrá dado cuenta que el  desparpajo que tenía ante la vida, su risa, sus cigarros a medio fumar, sus labios rojos y sus atraques eran actos de rebeldía ante tanta hipocresía militante y ortodoxa al peo. El cabro que estuvo esa noche con mi amiga,  nunca  recibió ni una amonestación por escrito. No se le juzgó como lo hicieron con ella.

El día de su expulsión, desde el umbral de la puerta,  la vi acostada en su cama mirando el cielo a través de la ventana abierta de su pieza, pensando quizás en qué.

Sola, guardé los manifiestos, las actas y los cuadernos en una bolsa negra pensando que las Amarantas no tenían cabida en ese mundo tan correctamente revolucionario.

Carola Rojas Aguilera

En el Castro

2020